BOMBAY, INDIA.- Parecía algo salido de las Mil y una noches de Scheherazade, una travesía de Bombay a Omán, Jordania y Egipto tan exótica -con panoramas de camellos en el desierto y ruinas de antiguas civilizaciones- que perfuma la memoria con una fragancia que perdura, como la del incienso legendario de la región. Todo comenzó cuando abordamos el barco de seis estrellas tipo yate, Silver Shadow, de Silversea Cruises, en Bombay, donde nos pasamos dos días en puerto, con el crucero sirviéndonos como hotel. Bombay o Mumbai en la forma local, una ciudad más congestionada que Delhi, con más de 18 millones de habitantes, es la capital financiera y centro principal de la industria del filme de India, un puerto importantísimo que cobró auge a principios del siglo XIX durante la era colonial británica. De paseo por la ciudad vimos muchos de sus monumentos victorianos de la época colonial incluyendo la Compuerta de India, que data del 1911 y fue construida para conmemorar la visita del rey Jorge V y la reina María de Inglaterra; el Museo del Príncipe de Gales, con su colección de pinturas de India, manuscritos ilustrados y miniaturas; el Mercado Crawford, lleno de colorido y mercancías; el Museo de Victoria y Alberto, con muestras soberbias de la era colonial; el barrio elegante de Malabar Hill, con sus jardines colgantes y la iglesia de San Juan el evangelista, en estilo gótico, que data del 1847. Nuestro segundo día optamos por una excursión a la isla Elefanta, con esculturas y tallados del siglo V en una cueva-templo que le ha ganado la calificación de Patrimonio de la Humanidad de la Unesco. La isla está a sólo 10 kilómetros de la Compuerta de India. El templo está dedicado a Shiva, uno de la trinidad de dioses hindúes. Subimos al templo, en el tope de una colina, de una manera exótica: en sillas en plataformas cargadas por cuatro hombres fuertes. El salón principal cuenta con una imagen colosal de 20 pies de Shiva, con tres cabezas que simbolizan su rol como creador, protector y destructor del mundo. La escultura está considerada “la obra maestra del arte de India”, nos dijo Ajit, nuestro guía. El templo es inmenso -en total cuenta con un área de 60,000 pies cuadrados con numerosas capillas, galerías, paredes talladas con escenas de la mitología de India, y salones -uno con 20 columnas esculpidas de roca y descansando en bases cuadradas, y tres puertas para entrar y salir. Dos días en alta mar antes de llegar a Omán, sirvieron para relajarnos con ratos indolentes junto a la piscina, en el spa, biblioteca, cubiertas abiertas y salones del barco. La comida es gurmé y el servicio impecable, con vinos y bebidas incluidos en el precio del pasaje. Las actividades diarias estaban enriquecidas con charlas de expertos: dos egiptólogos y la chef de Bon Appetit, Cat Cora, entre otros. Los camarotes son suites, la mayoría con terraza privada. Sin dudas es la crema y nata de la vida en altar mar. ATRACTIVOS La tumba, a la cual se llega por un pasadizo sencillo tiene las paredes decoradas solamente en la sala del ataúd con escenas con fondos dorados de una procesión funeraria y del rey siendo presentado a los dioses. Paseando por el Valle de los Reyes, pensamos que quizás habría alguna otra tumba aún no descubierta con riquezas fabulosas, pero ya nosotros habíamos encontrado un tesoro, en las memorias de este viaje. SI USTED VA: Los cuatro barcos de seis estrellas de Silversea recorren el mundo y con frecuencia visitan sitios super-exóticos como Egipto. Cortecia de www.listindiario.com | |
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